La chica de las botas sin tacón


(2ª parte de La chica de las botas de tacón)

Siempre le habían echado menos edad de la que tenía, de hecho, cuando dejó sus estudios con 16 años para ponerse a trabajar en ningún sitio tenía cabida, a los selectores de personal les daba la impresión de ser demasiado joven. Sin embargo en su interior a menudo se sentía muy cansada, como si hubiera tenido demasiadas vivencias, como si toda su vida hasta ahora hubiera transcurrido excesivamente deprisa, tenía la sensación de que su viaje estaba apunto de terminar. A veces pensaba en la muerte y en si seria cierto que era el refugio ideal para hombres y mujeres cansados.
Había llenado su baúl de los recuerdos con miles de sucesos, algunos maravillosos y otros... bueno, a ella no le gustaba hablar de esos. Afortunadamente poseía memoria de pez, así que le resultaba fácil no pensar en aquello que podía atormentarla y a su vez también podía disfrutar varias veces de lo que la complacía.
No soportaba tener la nariz fría, todos los inviernos se preguntaba por que a nadie se le había ocurrido inventar "los nariceros", existían los guantes, orejeros, gorros, calcetines y demás prendas para el abrigo, pero por que demonios nadie había diseñado un naricero? Ella sin duda lo agradecería y también aquellos que llevaban gafas y se les enrojecía la nariz, al fin dejarían de parecer recién salidos de una tienda de disfraces.
Guardaba para ella un secreto que muchos cocineros, pinches y amos de casa desearían saber, ella sabía como cortar la cebolla sin que esta la hiciera llorar, podía pelar la cantidad que fuera, acercarse a menos de un palmo de esta y nada, ni una lágrima.
Uno de estos días cercanos a la Navidad, mientras se dirigía a la cocina a por una onza de chocolate ya que sólo comía dulce cuando se lo pedía el cuerpo, cavilaba sobre la repetida idea que le rondaba la cabeza desde que tenía uso de razón, si este año sería ya por fin, cuando le tocaría la lotería. Lo había tenido muy claro siempre, algún día sucedería, y por fin podría conocer otras partes del mundo con las que tanto había soñado, aquellos lugares que no había visitado por culpa del trabajo y las letras de todas las cosas que había comprado desde que alguien, después de mucho buscar, le ofreciera un empleo. Como siempre, prestaba especial atención a las casualidades, ya que estaba convencida de que estas sucedían por algo, así que decidió que esa semana permanecería atenta para así elegir el que sería su número para este año. Las 4 primeras cifras no eran inconveniente, pues siempre elegía las mismas, las dos primeras eran el uno y el seis, y las siguientes el dos y el uno de nuevo, pues hacían referencia a las dos edades en las que su vida de alguna manera había dado un giro importante para ella.
Sólo le faltaba el último número, y este era el que esa semana decidiría para conseguir su fortuna.
Pasó el lunes.. el martes.. el miércoles.. y nada, no tenía ningún candidato a número de la suerte, por más que había observado todo cuanto ocurría a su alrededor, nada le llevaba a inclinarse por ninguno. Hasta que llegó el domingo y decidió sentarse en el sofá junto a la ventana y tratar de analizar todo lo que había ocurrido esa semana a ver si así lograba "atar cabos". Después de varias horas de fracaso, abrió su portátil y al mirar su correo observó una curiosa invitación a un grupo : "El 7 es el número de la suerte" -Hazte fan- y en su descripción decía algo así.. "Siempre que tengas que elegir número elije el 7" y de momento la bombilla brillo encima de su cabeza, ya lo tenía! que ridículo darse cuenta de aquella manera...El 7 era el número sin dudarlo ni un momento, puesto que siete eran los días que ella se había dado de plazo para elegirlo, eran siete días los que quedaban para aquel sorteo de Navidad, también el número de palabras del título de su primer relato y casualmente ese año ella había cumplido 27, y si multiplicamos el dos por el siete y al resultado le dividimos el dos de nuevo, tenemos un siete. Podéis imaginaros a que hora se dio cuenta de todo eso.. sí.. a las 7 de la tarde! Así que no cabía duda, ya lo tenia!!
Esa semana consiguió el décimo que cambiaría su vida, y convencida de que todo saldría según había pensado, compró un billete a Australia, uno de los muchos países que anhelaba conocer.
El sorteo finalmente resultó con una cifra que no coincidía con su décimo, pero no le importó demasiado, por que se sentía tan libre como si hubiera sido premiado, ya no tenía que ir a aquel aburrido trabajo que nada más que un sueldo le aportaba y empezó una nueva vida como ella quería.
Esto le enseñó que no necesitaba ser rica para cumplir sus deseos, que solamente con perseguirlos sin miedo podía llegar hasta ellos, y entendió que esa sensación que tenía de llegar al final de su trayecto no era del todo cierta, por que ahora era cuando comenzaba el viaje más deseado, el de sus sueños.
La chica de las botas sin tacón siempre hablaba de ella en tercera persona, no le parecía tan presuntuoso, podía analizarlo todo desde un punto objetivo, y creía que así pasaría más desapercibida...

Eva M.
(Nota: relato basado en hechos reales)

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